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Channel: Flora Belalcazarensis
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La llegada del otoño

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Aunque el verdadero otoño que sentimos -el térmico- tardará aún unos días en llegar, hay señales de las plantas que nos indican que entramos ya en esa época del año. Muchas de las especies más características que florecen en este período lo hacen en su segunda mitad, como ocurre con la mandrágora (Mandragora autumnalis). A cambio, la mayoría de bulbosas otoñales suelen ser más fieles a la primera mitad. De ellas hemos seleccionado una que aparece por rodales en todo el Valle de los Pedroches, sobre todo en pastizales y majadas poco alteradas o cerca de lindes forestales, donde no haya sobrepastoreo; se trata de la campanilla de otoño, Leucojum autumnale. Normalmente es una planta muy pequeña, que apenas se alza 5 o 10 cm sobre el suelo. Sus flores son blanco-rosadas, no perfumadas, y los tépalos externos están recortados en el extremo presentando 3 dientes. Hay una especie similar pero más frecuente hacia el Sur de Andalucía Occidental, desde el centro la provincia de Córdoba hasta las comarcas litorales que lindan con el Atlántico y el Mediterráneo; se trata de L. trichophyllum, muy parecida a L. autumnale pero con tépalos acabados en un ápice no recortado.

Campanilla de otoño (Leucojum autumnale)

Las mandrágoras belalcazareñas, en el Jardín Botánico de Valencia

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El Jardín Botánico de la Universidad de Valencia dispone desde finales de 2013 de ejemplares de mandrágora (Mandragora autumnalis) en su sección de plantas útiles, gracias al material facilitado desde Belalcázar por Claudio Rodríguez, que cedió el rizoma de un ejemplar que poseía en su cerquilla. 

Ejemplar de Mandragora autumnalis en el Jardín Botánico de Valencia, procedente de rizoma belalcazareño. Octubre 2014.

Tras unos meses de aclimatación, al final de los cuales ya empezó a florecer a finales del pasado invierno, el rizoma de mandrágora alcanzó un tamaño suficiente para ser dividido en varios fragmentos, lo que permitió la obtención de nuevas plantas ya instaladas sobre suelo, que han empezado a florecer al mediados de octubre de 2014.

Plantas de raíces someras y profundas

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Matorrales dominados por la abulaga y el cantueso, floreciendo estos días de abril por Belalcázar.
 
Dentro de las familias de plantas de los montes belalcazareños, se reparten por igual especies  colonizadoras de suelos profundos o someros. Las mejores indicadoras de los suelos profundos son las leguminosas, de las que son buenos representantes las hiniestas (género Cytisus) y las retamas (género Retama). No obstante, algunas como las abulagas (Genista hirsuta) aparecen con frecuencia en los malagones o afloramientos masivos de pizarras, donde resulta evidente la escasez de suelo superficial; en tales ambientes de suelos someros, la estrategia de la abulaga es producir una cantidad ingente de semillas, de modo que tras su germinación sólo prosperarán las plantas que encuentren una veta terrosa suficientemente profunda entre las lajas de la pizarra, la cuarcita u otras rocas duras que dominan el paisaje. En esas circunstancias emiten raíces que pueden llegar a medir varios metros de profundidad, rompiendo la roca bajo el suelo.

 Imágenes de abulaga (Genista hirsuta subsp. hirsuta). Belalcázar, 02/04/2015

 
El extremo inverso a las leguminosas lo ocupan dos de las familias botánicas más características del paisaje local, como son las Cistáceas y las Labiadas. A la primera pertenecenh las jaras y jaguarzos, que o bien se sitúan directamente sobre esos mismos suelos someros –a veces poco pedregosos en superficie pero de poca profundidad efectiva-, o bien, cuando crecen en los más profundos, ocupan una primera etapa del matorral de la que pueden ser desplazados con relativa facilidad a lo largo del tiempo por otras de fases más avanzadas, y en especial por las Quercíneas como encinas, alcornoques, coscojas, etc.

Cantueso de la especie Lavandula sampaiana. Belalcázar, 02/04/2015

Las Labiadas o Lamiáceas deben su nombre a que muchas de sus especies poseen flores con aspecto de boca con dos labios, y a esa familia corresponden gran parte de las plantas aromáticas del matorral como tomillos o cantuesos, abundantes sobre todo en los pizarrales. De estos últimos, en estos días florecen los ‘conejitos’ o cantuesos de rabillo largo (Lavandula sampaiana) , la más frecuente de las plantas de su grupo en Belalcázar.

La fase blanca de los pastos pedrocheños

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A menudo antes de la ‘fase amarilla’ que suelen protagonizar en los prados altos y cultivos cerealistas de Los Pedroches especies como la pamplina dorada (Hypecoum procumbens) o los doblones (Chrysanthemum coronarium), o coincidiendo con ella en el tiempo, se da otra de color blanco o crema dominada por el rabanillo silvestre (Raphanus raphanistrum). Esta fase es similar a la que en la parte oriental de la península domina la rabaniza  o jaramago blanco (Diplotaxis erucoides), pero en el caso del Raphabus las plantas suelen ser más altas y corpulentas, lo que les permite sobresalir entre los sembrados de cereal aún no granados. 


Márgenes y campos dominados por el rabanillo silvestre, anexos al camino de Las Mangadas -El Viso, cerca del límite de término con Belalcázar por la Junta de los Ríos-. 07/04/2015.

El rabanillo es el principal pariente silvestre del rábano común o cultivado (Raphanus sativus), pero a diferencia de aquél no tiene raíces o cuello radicular engrosados, ni es objeto de cultivo. Sin embargo, el sabor de sus flores y frutos es prácticamente idéntico, y puede consumirse en pequeñas cantidades si esas partes se recolectan tiernas. También pueden consumirse sus ‘germinados’ o plántulas antes de que empiecen a desarrollar las verdaderas hojas.

Aspecto de una planta de Raphanus raphanistrum. 07/04/2015. 

Esta especie pertenece, como los jaramagos, a la familia de las Crucíferas, caracterizada por tener flores de 4 pétalos dispuestos en cruz. Los del rabanillo son de color blanco, crema o raramente blanco-amarillento, a menudo con venas violáceas, aunque no suelen ser tan marcadas como las de la oruga (Eruca sativa, a menudo llamada por su nombre italiano castellanizado, rúcula).  Dentro de la especie R. raphanistrum se reconocen varias subespecies, y la forma presente por Belalcázar y términos cercanos corresponde a la subsp. raphanistrum.

Flores de R. raphanistrum subsp. raphanistrum. 07/04/2015.

Frutos de R. raphanistrum, muy parecidos a los del rábano cultivado (R. sativus) pero más pequeños y delgados. 07/04/2015.

Del campo a la conserva

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Los productos vegetales obtenidos del monte parecían condenados a no poder consumirse más allá del terruño, pero van apareciendo cada vez más empresas interesadas en comercializarlos, ya sean recolectados allá donde salen, o en algunos casos cultivados. Ya sabemos que no nos sabrán nunca como los recolectados por uno mismo en el campo, pero para quienes han de vivir en la distancia quizá les sepan a algo más que al resto. 

 Imagen tomada en la sección de conservas vegetales un hipermercado de Valencia, en agosto de 2015 ©E. Laguna 

 En los hipermercados empiezan a verse conservas como las que tenéis en la foto. Los botes de la izquierda, en la balda superior, son de criadillas de tierra (Terfezia arenaria); a su derecha, en ambas baldas, ajos porros silvestres (Allium ampeloprassum). Ahora lo importante es que no salgan muchas empresas imitadoras, no sólo para que los emprendedores de esta idea puedan recoger sus beneficios, sino para evitar una recolección creciente en el campo, que pondría en peligro a largo plazo algunos de estos productos -aunque por suerte los dos de la foto sean abundantes y difíciles de extinguir.


Criadilla de tierra recolectada en Belalcázar y humedecida tras lavarla para desprenderla de la tierra que suelen acumular, y cortada para ver la gleba o 'carne' comestible.



Inflorescencias del ajo porro silvestre, en el momento del óptimo de floración y empezxando a formas los frutos. Esta especie produce además abundantes bulbillos, que se suelen quedar en el suelo al arrancar la planta, asegurando mejor la pervivencia en el lugar donde vive.

El tiempo de la pimienta loca

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Como ya hemos indicado otros años, el inicio del verano es el tiempo en que florece el sauzgatillo (Vitex agnus-castus), uno de los arbolillos más llamativos e interesantes de nuestros arroyos. Esta especie también recibe el nombre de 'pimentero loco' o 'pimienta loca'.

Inflorescencias e infrutescencias de sauzgatillos belalcazareños.

La razón de este nombre son sus frutos, que recuerdan de lejos a los granos de pimienta. Se pueden observar justo ahora, ya en el centro del verano. Aguantarán en la mata hasta el inicio del otoño, cuando el viento acabe por hacerlos caer al suelo.

Macrofotografía de los frutos del sauzgatillo.


Al fruto se atribuyen virtudes parecidas a las de las hojas y flores, como sedante o tranquilizante, tomado en infusión. Ya sabéis que el nombre 'agnus-castus' (en latín 'casto cordero') se le atribuyó por la tradición de plantarlos en los patios de monasterios, conventos, ermitas e incluso iglesias, a fin de usarlos como potentes calmantes para asegurar mejor la castidad de los monjes. Poco hay realmente de tal virtud, y más bien sus infusiones, después de la cena, hacían un efecto parecido al de la valeriana u otras hierbas que ayudan a conciliar más fácilmente el sueño.

Golondrinas y aves similares

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Por Belalcázar y pueblos cercanos tenemos una buena diversidad de golondrinas y aves parecidas, de las que las más frecuentes en el casco urbano son la golondrina común (Hirundo rustica), el avión común (Delichon urbica) y el vencejo (Apus apus). También se ve aunque con menos frecuencia la golondrina dáurica (Cecropis daurica = Hirundo daurica), parecida a la común pero con tonos anaranjados del plumaje en diversas partes del cuerpo de los ejemplares adultos; no deben confundirse con los ejemplares jóvenes de golondrina común, que tienen anaranjadas la plumas situadas bajo el pico, y que se convertirán en rojas en estado adulto.
Nidos de avión común en Belalcázar.
Hoy en día sabemos que las golondrinas emigran a África -en diversas tandas, según las especies-, pero hasta entrado ya el siglo XIX aún se creía en gran parte de Europa que la mayoría de ellas no se desplazaban en la estación fría, sino que se quedaban durmiendo debajo de los lagos, bajo los glaciares, o en grietas profundas dentro de las rocas de los acantilados marinos. En su 'Historia Natural de Selborne', que reúne cartas escritas en la década de 1870 por el reverendo y naturalista inglés Gilbert White a varios investigadores y profesores de ciencias naturales británicos, y que fue una de las obras de referencia para grandes naturalistas posteriores como Charles Darwin, aún se especulaba con esta leyenda rural sobre el ciclo vital de golondrinas, aviones y vencejos.
Ejemplar joven de golondrina común. Los adultos tienen de color rojo más intenso la mancha coloreada del plumaje bajo el pico.
Las observaciones de numerosos naturalistas europeos a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, acabaron por desmentir aquellas hipótesis forjadas por la imaginación popular, al tiempo que se describieron en mayor detalle todas las especies actualmente conocidas, en parte confundidas durante décadas desde las primeras descripciones de Linneo.

Algo sobre las yescas

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Encender el fuego con un mechero nos parece algo 'de toda la vida', pero hasta hace pocas décadas, nuestros abuelos aún lo hacían usando la yesca y el pedernal. Sobre un fragmento de sílex o pedernal, cogido del campo, se colocaba una pequeña cantidad de yesca, sustancia seca capaz de prender fácilmente cuando se golpeaba la piedra con un 'eslabón', usualmente una pieza metálica -a menudo argollas o eslabones de los que formaban parte de cadenas de hierro. El golpe generaba chispas que prendían en la yesca, y siempre que se tuviera la suficiente habilidad, resultaba fácil encender un fuego añadiéndole unas briznas de hierba.

Ejemplos de diversos hongos yesqueros de los géneros Fomes (arriba) y Fomitopsis (abajo), sobre troncos de pinos.


En la bibliografía encontraréis diversas especies con el nombre de 'yesca' o 'yesquero', que eran justo las que se usaban para estos menesteres. El 'hongo de yesca'  es un grupo de hongos de la madera, que a menudo colonizan troncos muertos o enfermos de coníferas y frondosas, y que una vez maduros se secan adquiriendo consistencia pétrea. Los hongos yesqueros de rallaban produciendo un polvo fino, que prendía con facilidad al recibir la chispa.


Ejemplar en flor de tomillo yesquero.

Otra especie frecuente para estos usos era el tomillo yesquero (Phagnalon saxatile, de la familia de las Compuestas o Asteráceas), que a pesar de su nombre no está emparentado con los verdaderos tomillos (género Thymus, famila de las Labiadas o Lamiáceas). Esta planta es frecuente en Belalcázar, sobre todo en taludes rocosos de pizarras. Del tomillo yesquero se usaban los vilanos o 'abuelillos', apéndices plumosos de las semillas que dan un aspecto característico a las cabezuelas florales ya fructificadas.

Cabezuel ya fructificada de tomillo yesquero, donde se aprecian los vilanos o 'pelos' que se usaban como yesca.

Entre las especies más conocidas con este mismo nombre se encuentra el cardo yesquero (Echinops ritro), que no se encuentra representado en la flora de Los Pedroches, donde a cambio sí que se localiza un pariente suyo, que probablemente ha tenido usos parecidos; se trata de la especie Echinops strigosus, usualmente de mayor talla y con cabezuelas más claras. De esta planta parece que lo aprovechado no eran los vilanos -casi imperceptibles, con forma de escamas que coronan la semilla- sino las partes florales secas, sobre todo los estambres y los restos de las brácteas.

Ejemplares en flor de Echinops ritro, de cabezuelas florales más azuladas (izq.) y E. strigosus, de tonos más verdosos (der.).


A pesar de todo lo anterior, cada paisano acababa por usar como yesca aquellas hierbas que tenía más a mano y que le eran igualmente útiles, como ocurre con muchas plantas de pequeño tamaño de diversas familia botánicas. Por Belalcázar era habitual que en el saquito o 'faltriquera' donde se llevaban el pedernal y el eslabón, se fueran introduciendo hojas de gramíneas de talla reducida, resecadas por el calor, que se recogían sobre todo a lo largo del verano, y que rotas en pequeños fragmentos prendían con facilidad. De ahí se pasó con el tiempo al mechero tradicional o 'de mecha' -el que precedió a los de gas-, que seguía el mismo principio, usando como pedernal las conocidas 'piedras de mechero' vendidas en kioscos y droguerías, como eslabón una rueda metálica estriada, y como yesca la mecha propiamente dicha, fabricada de diversas fibras o tejidos. En el mechero de gas el sistema es también el mismo, pero sustituyendo la yesca por gas licuado.

La libélula común

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Ninfa de Sympetrum fonscolombii al pie de la alberca de El Pilar de Belalcázar

Desde mediados de la primavera suelen verse las libélulas o caballitos del diablo -aunque este último apelativo suele reservarse en algunos sitios para las especies de talla más grande, y en otros justo para lo contrario. En toda la franja de clima mediterráneo de la Península Ibérica la especie más habitual es aparentemente Sympetrum fonscolombii, que suele denominarse por ello libélula común, y que es la más fácil de observar por Belalcázar, sobre todo en primavera.

Nuevos adultos de la libélula común en el momento de abandonar la etapa de ninfa. Una vez abandonan la 'piel' de su anterior estadio, necesitan un tiempo corto para endurecer sus tejidos y adquirir su coloración.

A veces pueden tener varias generaciones en un año. Sus larvas puede verse bien entre otros sitios en la alberca de la fuente de El Pilar, donde este año la fase de ninfa, crisálida o pupa de último estadio se dio en abundancia hacia el mes de abril; revisando los muros de granito de la alberca o las paredes del antiguo lavadero, podían verse ejemplares en todas las fases de emergencia de los nuevos adultos.

Ejemplares femeninos de libélula común


Los ejemplares femeninos de esta especie son de un color verde-parduzco claro (o pardo-verdoso, según gustos de cada descriptor que consultéis), y son difíciles de confundir con otras especies vistos de cerca. Los machos son de color rojizo, lo que los hace más difíciles de identificar, ya que pueden coincidir con especies donde machos y/o hembras sean similares.


 Ejemplares masculinos de libélula común

Los opiliones belalcazareños

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Los opiliones o arañas zancudas son arácnidos de extremidades muy finas y largas, que frecuentemente conviven con nosotros en las casas, haciendo telarañas en las esquinas más elevadas de las habitaciones. Las especies más habituales en ese caso suelen ser solitarias o presentan pequeñas agrupaciones.



En la naturaleza son fáciles de observar en algunos ambientes donde, a diferencia de los hábitats humanos, se concentran en gran número. Son especialmente proclives aparecer en grietas extraplomadas, bocas de cuevas o ambientes similares, sobre todo si en ellos existe una elevada humedad causada por rezumes de agua. La fotografía que acompañamos aquí está tomada en el alcorque escasamente iluminado que recoge las aguas de uno de los 'manaderos' o fuentes naturales que alimentan el embalse de Cogollarta en Belalcázar, donde pueden observarse docenas de estos ejemplares de opiliones.

Menos aún que una chaparra

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Por Belalcázar se suele llamar 'chaparra' a la encina de talla baja. La encina (Quercus rotundifolia, también llamada Q. ilex subsp. rotundifolia o Q. ilex subsp. ballota) tiene tendencia al porte arbóreo cuando crece en alta densidad en suelos profundos y/o zonas lluviosas, aunque a menudo necesita de la ayuda de los herbívoros que ramonean sus retoños, ya que de lo contrario emite múltiples troncos y acaba por adquirir un porte más bajo; en el caso de las dehesas o de los pies arbóreos aislados, la función de los herbívoros la ha realizado el hacha, de la mano del ser humano.

Ejemplares de encina (Quercus rotundifolia) en las inmediaciones del embalse de Rosa Montero o de Cogollarta, en Belalcázar.

Sobre los suelos más pedregosos o en terrenos más áridos las encinas raramente pasan de 3 o 4 m. de talla, teniendo a menudo más diámetro que altura. Son las típicas chaparras, nombre que a veces se da también por confusión a su pariente arbustivo más próximo, la coscoja (Quercus coccifera), o a los híbridos entre ambas especies (Quercus x agrifolia = Q. x auzandrii nothosubsp. agrifolia).

Hojas de encina (izq.), coscoja (der.) y su híbrido Quercusx agrifolia (centro).

Por último, la forma extrema del porte achaparrado lo protagonizan las encinas rastreras, que excepcionalmente pueden aparecer en sitios intensamente venteados, o con  más frecuencia en los que tienen sobreabundancia de algunos herbívoros como la cabra ibérica, o los introducidos muflón o arruí; también pueden darse en sitios sometidos a pastoreo regular con ganado vacuno o con excesiva densidad de ciervos o gamos, que como las otras especies ya mencionadas puede morder los brotes jóvenes, dejando reducida la mata casi a una lámina extendida las sobre rocas o el suelo.


Encina rastrera creciendo sobre una roca en el monte de la Tenalla de Fredes (Pobla de Benifassà, Castellón), en la reserva nacional de caza de Los Puertos de Tortosa y Beceite. El porte rastrero se debe al ramoneo de la cabra ibérica (Capra hispanica).

Los cangrejos de río

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Un estudio reciente parece demostrar que el cangrejo de río de la especie Austropotamobius pallipes, considerada tradicionalmente como autóctona en la Península Ibérica, pudo provenir de repoblaciones realizadas en los ríos españoles con ejemplares originarios de Italia,  en los pasados siglos. Puestos a tener especies alóctonas, más vale siempre tenerlas de los sitios más cercanos posibles, como a menudo se ha indicado para especies como la tortuga mora, el camaleón o la gineta, traídos aparentemente desde el N de África entre las épocas fenicia y árabe.

Cangrejo rojo americano, fotografiado en el embalse de Cogollarta de Belalcázar.

El antiguo cangrejo 'autóctono' fue progresivamente sustituido en las últimas décadas por el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), que además de desplazarlo por competencia, es más resistente a la enfermedad causada por el hongo Aphanomyces astaci y conocida como afanomicosis, que ha causado la desaparición de la gran mayoría de poblaciones ibéricas de Austropotamobius; de hecho suele considerarse que la especie americana es uno de los portadores del hongo. El cangrejo americano produce además importantes daños a los cultivos acuáticos como el arroz, al destruir las motas o márgenes que separan campos vecinos cuando excava sus túneles o madrigueras, pero a cambio también ha constituido una fuente de beneficios por su producción para consumo -precisamente en antiguos arrozales en algunas zonas de España.

Boca de uno de los túneles que excava el cangrejo rojo americano.

En algunas zonas de mayor relevancia ecológica, como los humedales,  el cangrejo rojo ha causado importantes daños a la fauna acuática, pero a cambio ha pasado a formar parte fundamental de especies como las garzas o las nutrias, en cuyas egagrópilas y excrementos pueden encontrarse a menudo restos del crustáceo. Se calcula que en algunas zonas de la Península  Ibérica puede llegar a constituir más del 50% de la dieta habitual de esas especies.


Excrementos de nutria en el embalse de Cogollarta. Puede apreciarse que gran parte está constituido por restos de caparazones del cangrejo rojo americano.

Los reznos de río y sus parásitos

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Por Belalcázar y otros pueblos cercanos se llaman 'reznos' o 'arrancamoños', a los frutos espinosos de las especies del género Xanthium, y en especial los del X. italicum (=X. strumarium subsp. italicum), especie que a pesar de su nombre parece provenir de América. El nombre 'rezno' (originariamente usado para los ácaros que parasitan a perros y otros animales domésticos) se extiende también a la planta entera, y no sólo a los frutos.



Plantas con frutos y flores del rezno de río, Xanthium italicum.

Xanthium italicum crece sobre todo en lodos y suelos inundables propios de ríos, charcas,  arroyos y cunetas, sobre todo si están nitrificados por el paso habitual del ganado. Los apéndices ganchudos de los frutos le permiten desplazarse fácilmente adheridos al pelo de los animales silvestres o del ganado. Una vez caen al suelo raramente se abren para dispersar las semillas, siendo fácil ver que las nuevas plantas germinan directamente desde los frutos secos.

Plántula de Xanthium italicum recién germinada. Pueden apreciarse los restos del fruto o 'rezno', ya secos.   

Las plantas de esta especie son el alimento favorito de una planta parásita, la cúscuta de río (Cuscuta campestris), cuyas madejas de tallos amarillos son fáciles de observar en pleno verano. Los tallos se fijan a las hojas de los Xanthium a través de órganos especializados similares a raíces aéreas, denominados 'haustorios', que extraen de aquéllas la savia de las plantas huésped.

Madejas de tallos de Cuscuta campestris sobre plantas de Xanthium italicum.

Las matas de cúscuta producen cientos de flores apelotonadas en glomérulos, que a su vez dan lugar a miles de semillas, dispersadas fácilmente por las corrientes de los arroyos, o por las patas de aves y mamíferos, que las dispersan al enredarse las madejas secas de tallos en sus patas, o a través del lodo que se les adhiere al transitar por enclaves húmedos.


Aspecto de las flores y frutos de C. campestris.

El arte del topiari o topiaria

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Se denominan ‘topiari’ a las plantas podadas para adquirir formas concretas no naturales, empleando para ello usualmente especies de árboles o arbustos de follaje denso. Los topiari demuestran a menudo la habilidad de los jardineros, y un buen conocimiento de la fisiología y comportamiento de las plantas, ya que no todas las especies pueden someterse a estos tratamientos. El arte del topiari se inició en la jardinería romana y se extendió sobre todo en la Edad Media, pero alcanzó su apogeo en gran parte de Europa a partir del siglo XVII.


Topiari realizado en Belalcázar sobre ciprés blanco (Cupressus arizonica), en el jardín cercano a la Cooperativa 

Se suele decir que estas esculturas vegetales son una muestra de la afición y cariño del jardinero hacia su oficio, ya que su creación y mantenimiento son trabajosos y no suelen realizarse en absoluto ‘de mala gana’, sino con una buena dosis de voluntarismo. Varios de los jardines belalcazareños permiten admirar trabajos de este tipo con diversas especies de cipreses, boneteros, etc. Merece la pena  observar estas esculturas vegetales, y de paso felicitar al equipo de jardinería municipal .

Las ‘cintas’ cultivadas

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En Belalcázar se denominan ‘cintas’ a las plantas de interior con hojas muy alargadas y planas –esto es, acintadas-. La planta con más tradición de cultivo es sin duda la especie Chlorophytum comosum, originaria de Sudáfrica, de la que pueden encontrarse con relativa frecuencia hasta tres variedades: la var. comosum, de hojas totalmente verdes; la cultivariedad cv. ‘Variegatum’, con la parte central verde y el margen blanco o blanco-amarillento; y cv. ‘Vittatum’, con dibujo inverso al anterior, esto es, con una banda central amarilla y el borde verdoso. A pesar de su aspecto, el género Chlorophytum se incluye en la familia de las Asparagáceas, la misma a la que pertenencen las diversas especies conocidas de esparragueras -género Asparagus. A diferencia de la mayoría de aquéllas, los Chlorophytum producen hijuelos en el extremo de los estolones y las ramas florales, lo que la ha hecho especialmente popular como planta de macetas colgantes o elevadas. 



Ejemplar de Chlorophytum comosum var comosum.


 
Ejemplares de Ch. comosum cv. 'Variegatum' (izq.) y 'Vittatum' (der.). La forma de la especie más cultivada habitualmente en Belalcázar es 'Vittatum'.


A la derecha, rama con flores finalizada con un hijuelo en formación. A la derecha, hijuelo ya formado, que en caso de tocar el suelo o la tierra de otras macetas podrá independizarse como una nueva planta.


Una muestra de la diversidad de las Asparagáceas es otra de las especies también denominadas ‘cintas’, Ophiopogon jaburan, que forma densas macollas con hojas acintadas de color verde oscuro y nervios paralelos marcados en el envés. Esta especie proviene de Japón y la península de Corea. Sus hojas son relativamente rígidas y anchas en la base (hasta casi 1 cm), pueden superar los 40 cm y en su extremo tienen un contorno estrechamente triangular. Emite en verano y otoño espigas con flores colgantes blancas, algo acampanadas. Lo más atractivo de esta especie son sin duda sus frutos, ovalados y de intenso color azul oscuro, que aparecen a lo largo del invierno y pueden permanecer varios meses sobre la planta.


Ramas en flor y fruto de Ophiopogon jaburan.

La otra especie de ‘cinta’ cultivada en Belalcázar recuerda por su aspecto al O. jaburan, y pertenece como las anteriores a la familia de las Asparagáceas –anteriormente incluída como subfamilia de las Liliáceas, donde quizá encontréis estas especies en algunos libros. Se trata de Liriope muscari, originaria de Japón, Corea y China. Esta planta forma densas macollas con hojas de color verde intenso no muy grandes (hasta 25-30 cm) y estrechas (unos 3 mm), y emite durante el verano ramas florales con abundantes flores violáceas –rosadas o blancas en algunas variedades- pequeñas y con pedúnculos cortos. Los frutos, de tamaño parecido, son esféricos y de color inicial verde oliva intenso,haciéndose prácticamente negro en la madurez. 

Planta de Liriope muscari.


Rama con flores (izq.) y fruto (der.) de L. muscari.


Plantas nitrófilas en progresión: las sandías habaneras.

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Llamamos 'nitrófilas' a las especies que medran en ambientes ricos en Nitrógeno, como son las cunetas de carreteras, márgenes de cultivos, escombreras, corrales, etc. Muchas de ellas son plantas alóctonas, no nativas de nuestro territorio, pero que por su pequeño tamaño y su elevada producción de semillas son prácticamente imposibles de erradicar. Ello incluye por ejemplo a plantas tanconocidas como los cenizos, los bledos, etc. Algunas es estas especies están implantadas aquí dessde hace siglos, pero otras se encuentran en franca progresión y cada vez se las ve con más asiduidad.

Tallo de sandía habanera (Cucumis myriocarpus) con frutos en diversos estados de maduración.

Entre éstas últimas se encuentra la 'sandía habanera', también llamada'sandiílla' o 'sandia espinosa', Cucumis myriopcarpus. Se trata de una planta con hojas similares a las de la sandía cultivada (Citrullus lanatus) pero más pequeñas, de flores menores y con frutos parecidos pero muy pequeños, incomestibles y cubiertos de apéndices espinosos blandos, de textura cartilaginosa. La mata emite numerosas ramas postradas, que pueden portar docenas de frutos alineados y situados usualmente bajo las hojas.  Normalmente los frutos o 'sandiíllas' tienen un dibujo listado, parecido al de la mayoría de razas de las sandías cultivadas; al madurar, estas pequeñas sandías se tornan amarillentas y la cubierta su hace cada vez más blanda. A pesar de su parecido, la planta no pertenece al genero de las sandías (Citrullus) sino al de los melones y pepinos (Cucumis), con los que comparte la forma de las semillas y las flores.

 Frutos (arriba) y flor (abajo) de C. myriocarpus.



Aunque hace décadas que se encuentran entre nosotros -parece que ya se conocían por Belalcázar al menos desde mediados del pasado siglo- se habían restringido hasta ahora a eras y barbechos sobre suelos arenosos, normalmente algo alejados del casco urbano, pero en los últimos años pueden observarse ya en sitios más próximos -inmediaciones del cementerio municipal, de la cooperativa local, etc.   

Detalle de los frutos inmaduros de C. myriocarpus.

El nombre 'habanera' se utiliza para esta planta, pero también para algunas razas cultivadas de sandías. A pesar de este apelativo, no son originarias de La Habana sino del África Tropical, donde son utilizadas en medicina popular. El nombre 'habanera' también podría provenir de la presencia de la planta en barbechos de terrenos cultivados previamente con habas, que al fijar en sus raíces el nitrógeno atmosférico favorecen la instalación de muchas plantas nitrófilas cuando esas tierras son abandonadas. Los frutos poseen una pulpa gelatinosa extremadamente purgante, parecida a la de la tuera (Citrullus colocynthis; https://es.wikipedia.org/wiki/Citrullus_colocynthis), especie introducida como medicinal en época árabe en el Sureste Ibérico, no localizada hasta ahora en Belalcázar ni zonas próximas.

Entre mentas y yerbabuenas

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En otras ocasiones hemos hablado aquí de las mentas belalcazareñas, aunque la información se ha referido a las especies locales, particularmente al poleo (Mentha pulegium) y al mastrancho (M. suaveolens = M. rotundifolia).

En primer plano, matas de yerbabuena (Mentha spicata) formando una densa colonia, asilvestrada en el césped de uno de los jardines de Belalcázar.

Otras especies de este género se encuentran cultivadas y ocasionalmente asilvestradas. La más popular, que a veces aparece en rodales en céspedes de jardines y en acequias, es la yerbabuena, Mentha spicata. Como la mayoría de sus congéneres, es planta perenne rizomatosa que da lugar a colonias tapizantes del terreno, a veces muy densas. El origen de esta planta es incierto, y algunos expertos sostienen que podria tratarse de un híbrido, desconociéndose el verdadero lugar de origen –ya que allá donde crece se suele pensar que es planta introducida y escapada de cultivo, alrededor de todo el Mediterráneo.Tenga o no ese origenm la especie sí que ha dado lugar a otras mediante hibridación, como ocurre con la menta piperita (Mentha x piperita), resultante de su cruzamiento con la especie M. aquatica, o la yerbabuena villosa M. x rotundifolia, obtenida al cruzar la yerbabuena común con el mastrancho.

Tallo de yerbabuena en flor.

Aunque es una única especie, la yerbabuena posee bastante variabilidad y se han llegado a distinguir diferentes razas o variedades, de aroma característico común a todas ellas pero con  detalles propios como el color de la flor (de blanco a rosado), el tono de las hojas (de verde neto o amarillento a verde oscuro), forma de los dientes del borde de la hoja, etc.   

 Morcilla de lustre belalcazareña, cuyo sabor carácterístico se debe a la adición de yerbabuena.

La yerbabuena es el componente que da sabor a uno de los productos alimenticios característicos de Belalcázar, la morcilla de lustre o de geta, y además es frecuente asociarlo a los caracoles comestibles -sobre todo a los de pequeño tamaño, de la especie Theba pisana-, ya que tradicionalmente se hervían con esta hierba y sal para darles más sabor. En la cultura árabe, sobre todo en el Magreb, es el condimento principal del té, dando lugar a la bebida conocida a menudo como té moruno o té marroquí. En tiempos más recientes se han popularizado su empleo para otros usos, como la confección del mojito. 


El mojito, bebida de reciente importación, se confecciona utilizando la yerbabuena como uno de sus componentes principales.
 

Flores en la Semana Santa belalcazareña

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Como ya es costumbre, las imágenes procesionales de Semana Santa han lucido en Belalcázar adornos florales, que tienden a mejorarse cada año en diversidad y color. 




En las fotos de este mensaje pueden verse entre otras lirios holandeses, claveles, siemprevivas, crisantemos coreanos o diversas formas de rosas.


Árboles ornamentales de flor temprana

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Inflorescencias y frutos del durillo.

La plaza principal de Belalcázar contiene numerosas especies de arbustos y arbolillos, algunas de las cuales son particularmente tempranas en su floración, empezando ya hacia el mes de marzo o inicio de abril, e incluso excepcionalmente antes. Dos de ellas acaparan fácilmente la mirada de quienes paseen por allí, por su alta concentración de flora. Una de ellas es el durillo (Viburnum tinus), especie autóctona, de la que existen alguna variedades ornamentales. Posee hojas oscuras y rígidas, algo vellosas y a menudo dirigidas hacia arriba. Las flores son usualmente blancas, aunque existen formas de flor rosada.

Ejemplar de durillo en flor en Belalcázar.

Otra especie, esta vez exótica -nativa de Asia Oriental-, es la fotinia (Photinia serratifolia), de tendencia más arborescentes. Sus hojas son lustrosas y recuerdan a las del madroño, pero normalmente son algo péndulas, y alcanzan un llamativo color rojizo en el otoño. De esta especie hubo hasta hace poco más ejemplares en la plaza, estando presente en la mayoría de los parterres. No es raro observarla como especie ornamental en otras localidades del Valle de los Pedroches.

Arriba, ejemplar en prefloración de Photinia serratifolia fotografiada en la plaza de la Constitución de Belalcázar en 2016. Abajo, plantas en plena floración, fotografiadas en años anteriores.

 

¿Tenemos menos cigüeñas en Belalcázar?

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Plataforma artificial de nidificación no ocupada en 2016, en el Monasterio de Santa Clara de la Columna de Belalcázar.

Quienes se hayan parado a observar -y más aún a contar- las cigüeñas comunes o blancas (Ciconia ciconia) que nidifican cada año en Belalcázar, quizá tenga la impresión de que en esta primavera de 2016 han llegado menos de las previstas. La sensación proviene con seguridad de la ausencia o escasez de nidos en algunos sitios donde tradicionalmente anidaban en mayor densidad, como la iglesia de Santiago el Mayor. En general, las cigüeñas parecen preferir no nidificar en las plataformas que se instalaron años atrás para sustituir sus nidos tradicionales, que amenazaban con causar daños de difícil reparación en algunos de los edificios más emblemáticos de la población.

Ejemplares muertos de eucaliptos en la Estación de Belalcázar, con abundantes nidos de cigüeñas.

La realidad es que el número de nidos probablemente debe ser similar al de otros años, o con escasas fluctuaciones. Lo que se observa desplazándose a zonas cercanas es el crecimiento que en estos últimos años han experimentado las colonizas instaladas sobre grandes árboles -en especial sobre ejemplares muertos de eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis)- junto a ríos y embalses, como el de Doña Rosa Montero o el de la Estación de Belalcázar -ya en término de El Viso, aunque obviamente las cigüeñas entienden poco de límites administrativos. Además, los nidos situados fuera del casco urbano por parejas aisladas, como el del humilladero de Las Lastras, continúan anidando cada año con regularidad.

 
Nidos de cigüeñas en Las Lastras y en uno de los postes de conducciones eléctricas junto a la Estación de Belalcázar.

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